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En el año 2015, tras casi una década de trabajo por la UNESCO sobre la Educación para el Desarrollo Sostenible (EDS), se aprobó la Agenda 2030 que incluyó el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS 4) cuyas metas, además de asegurar una educación de calidad y permanente para todos, buscan que niños, jóvenes y adultos adquieran los conocimientos teóricos y prácticos necesarios para promover el desarrollo sostenible. Entre otras cosas mediante la educación para el desarrollo sostenible fomenta los estilos de vida sostenibles, los derechos humanos, la igualdad de género, la promoción de una cultura de paz y no violencia, la ciudadanía mundial y la valoración de la diversidad cultural y la contribución de la cultura al desarrollo sostenible (meta 4.7).

Si nos remontamos unas décadas atrás, la educación ambiental ya en los años ochenta comenzó a integrar iniciativas específicas con una tendencia a la concienciación y modificación de conductas en favor de las políticas medioambientales gubernamentales. Esta corriente surge en los países nórdicos, donde se define la educación ambiental como la disciplina que trata la relación problemática del hombre con la naturaleza incluyendo la degradación del medio natural, la explotación y el reparto de los recursos, el crecimiento de la población humana y el exterminio de las especies animales y vegetales. Todo ello con el fin de lograr ciudadanos activos y bien informados.

Educación ambiental como objetivo
En la década de los noventa, el filósofo noruego Arne Naess se marca como objetivo de la educación ambiental, aumentar la sensibilidad de las personas a los bienes que no tienen que ver propiamente con el consumo, tales como la posibilidad de preservar el aire o el agua como un bien compartido. Es una responsabilidad asumir que una parte de los ejercicios de libertad que realizamos a diario, están destinados (directa o indirectamente) al consumo, implicando este en muchos casos el agotamiento de los recursos. En este recorrido, dejan de ser visibles acciones que la UNESCO describe en su informe “Serie de informes de investigación sobre el valor del agua” como el trabajo infantil tras la prenda de moda de la cadena de ropa internacional; pasando por las externalidades negativas de los 15.000 litros de agua requeridos para la producción de un kilo de carne; hasta la extenuación generalizada del medio ambiente para la obtención de materias primas o recursos comercializables.

Hoy en día, tal como nos recuerda el psicólogo y doctor Pedro Salinas (2021) y en consideración del medio ambiente, más que nunca sabemos que la expresión original “laissez faire et laissez passer, le monde va de lui même” (Dejen hacer, dejen pasar, el mundo va solo), no puede considerarse como una vía cierta que garantice la sostenibilidad socio-medioambiental. Naomi Klein abre el debate sobre si las sociedades humanas estamos destinadas a consumir y extenuar la naturaleza como si fuéramos amos que estuviéramos en el planeta para someter y dominar o por el contrario somos una especie de tantas que tenemos el deber de convivir y someternos a poderes tan complejos e impredecibles que ni siquiera nuestros ordenadores pueden recoger.

Esta reflexión implica un giro urgente de conciencia y epistemológico (de codependencia, coparticipación y protección con la naturaleza) y pasa por regular y limitar aquellas conductas tanto de cuidado como de consumo donde comprometemos al medioambiente, teniendo en cuenta que las hasta ahora iniciativas orientadas en esta perspectiva no han sido suficientes. Ríos, mares, humedales, lagos, islas y grandes extensiones de tierra son hoy susceptibles de ser comercializados, intervenidos, alterados y explotados. Esto imposibilita que exista una conciencia clara de que el entorno natural forma parte también de una trama simbólico-material y de un sentido de identidad anclado a una comunidad, una región o un país. Sin embargo, la perspectiva de la conservación, el desarrollo y la sostenibilidad implica el equilibrio entre las dimensiones social, económica, legal, política y ecológica, desde una visión generalizada que impulse un deseable aumento de la conciencia de protección a los ecosistemas (Salinas Q, P. 2021).

Modificar nuestra conducta
Otros autores como Fritjof Capra proponen la idea de la co-adaptación, donde el ser humano se adapta a la necesidad de la Tierra y no al revés, considerando la necesidad de modificar la propia conducta así como la conciencia de nosotros mismos y del ambiente social y natural. Cuando el desarrollo cultural, social, económico y medio ambiental entren en un nuevo punto de confluencia, estaremos asistiendo a una revolución cultural, ya no para la sostenibilidad sino de la sostenibilidad. Marilyn Ferguson, afirma que “Si continúo pensando como siempre he pensado, continuaré actuando como siempre he actuado. Si continúo actuando como siempre he actuado, continuaré obteniendo lo que siempre he obtenido”. Sólo a través de la adquisición de la propia consciencia las personas podemos desarrollar una estructura mental transformable y abierta al cambio.

La EDS, alineándose con los ODS 2030 se orienta en fortalecer y comprometerse con la humanidad y la naturaleza, utilizando la educación como herramienta de transformación social. Por ello, garantizar una educación equitativa, inclusiva y que promueva nuevas oportunidades de aprendizaje para las personas durante toda la vida es una cuestión vital. La EDS requiere de metodologías activas y participativas que doten a las personas de autonomía y promuevan el pensamiento crítico, un modelo de educación donde adoptemos estilos de vida sostenibles y cuyo objetivo sea la transformación social.

La educación para la sostenibilidad refleja la preocupación por una educación de elevada calidad que ayude a las personas a entender lo que pasa (saber), a sentirse parte de la sociedad en la que viven (saber ser) y a conocer cómo pueden participar en los procesos de desarrollo (saber hacer). Pero, además, debe desarrollar la capacidad de aprender a aprender (Martínez H. J.2008). “Si la educación no nos puede ayudar en la clarificación del mundo en nuestras convicciones fundamentales y lograr un traspaso de valores y no de conocimiento, no puede educar al hombre y consecuentemente, no puede ser un valor real para la sociedad.” Schumacher (2001)

En 2018, SAMU, en su lucha por mejorar su modelo de empresa sostenible y en su afán de seguir creando nuevas oportunidades de crecimiento, funda el área de Sostenibilidad. Se persigue alcanzar con nuestras pequeñas acciones en cada uno de nuestros centros, los ODS encajados en la agenda 2015-2030 de la ONU. La Educación para el Desarrollo Sostenible es un elemento fundamental en el que basamos nuestras líneas estratégicas y para ello contamos con un equipo humano implicado en conseguir dicho propósito, y con una Dirección General que apoya la inversión en proyectos que fomenten, favorezcan, promuevan y consigan fusionar nuestra labor en dar respuesta a las emergencias de la sociedad con nuestra responsabilidad corporativa de cuidar el medio ambiente, nuestro planeta.

Por Beatriz Estrada Vida
Jefa de Estudios de Escuela Samu y
Directora Interina del Área de Sostenibilidad